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LOS PRODUCTOS DE TUKAOS SE ELABORAN BAJO PEDIDO

Lo que aprendí escuchando al cliente

Antes de tomar medidas, antes de sacar una tela, antes incluso de imaginar un diseño, escucho. Me siento frente a la persona y observo. Cómo respira, cómo se mueve, si cruza las piernas, si evita la mirada. Todo eso me dice más que una lista de preferencias. Porque un traje, cuando es a medida de verdad, no nace del catálogo. Nace de una conversación.

A lo largo de los años, he entendido que escuchar al cliente es un arte. Y también un privilegio. Cada persona que entra en el taller o nos escribe no viene a nosotros solo a encargar una prenda. Viene a confiar algo: una parte de sí mismo. Algunos buscan seguridad. Otros quieren marcar un cambio. Muchos no saben bien lo que quieren, pero saben lo que no desean repetir.

Escuchar no es simplemente tomar nota. Es interpretar silencios, respetar dudas, intuir lo que no se dice. En ocasiones, las palabras llegan desordenadas, pero el cuerpo siempre sabe. Lo ves en cómo se acomodan al probarse la primera prenda, en cómo suspiran al verse en el espejo, en el brillo de sus ojos cuando sienten que, por fin, algo encaja.

Recuerdo a un cliente joven, lleno de energía pero inseguro. Nunca había llevado un traje. Lo asociaba a algo ajeno, impuesto. Me dijo con claridad: “No quiero parecer alguien que no soy.” Y allí estaba el verdadero reto: hacerle sentir que el traje podía ser suyo, no una armadura, sino una prolongación de su carácter. Le propuse un tejido ligero, sin brillo, con un corte que respetara su manera de moverse. Y al final, cuando se miró, me dijo: “Me reconozco.” Eso es la medida real.

Otro cliente, ya mayor, había pasado por una pérdida personal. Venía con una actitud serena pero contenida. “Quiero algo que me acompañe en los próximos años”, me dijo. No necesitaba un traje para impresionar. Necesitaba una prenda con alma. Una que no distrajera, sino que abrazara. Y así lo hicimos: líneas limpias, gris antracita, lana italiana con caída sutil. Un traje que no hablaba fuerte, pero decía mucho.

Estos encuentros me han enseñado que el cliente nunca es un “modelo”. Es una persona en proceso. Alguien que quiere vestirse, sí, pero también reencontrarse. Por eso, en Tukaos, cada prenda es el resultado de una escucha. De entender al otro antes de vestirlo.

En el mundo de la moda, donde tantas decisiones se toman desde la prisa o desde la tendencia, la escucha es un acto de resistencia. Escuchar bien es diseñar mejor. Porque un traje puede ser hermoso, pero si no refleja a quien lo lleva, es solo una máscara.

Y yo no quiero hacer máscaras. Quiero hacer reflejos. Prendas que digan: “Este soy yo. Sin ruidos. Sin excesos. Sin mentiras.”
Para llegar ahí, no hace falta hablar mucho. Hace falta escuchar con atención.

EL NOTICIERO DE MARCO DIONNE

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